Como todas las madres, la Pachamama elige el momento y la planta que germinará en su suelo, seguro que nos garantizará lo mejor, la vida que no se detiene. En su seno se guarda el tesoro de todos los tesoros: el “banco de semilla mayor” que encierra muchas formas de vida, pero que en un momento dado, nacerá aquella que decida la Madre, con el objetivo de favorecernos a todos.
Muchos años pueden mantenerse las semillas que atesora nuestra madre tierra, y su enorme e ilimitada sabiduría, le ayudará a decidir cuándo se hará planta. Desde allí la cuidará y alimentará. No necesitará cuidos o riegos adicionales, para eso están las madres. Luego vendrán “las hermanitas”, para formar el monte, la comunidad mayor.
Y el mismo monte es formador de vida, de agua, de aire, de alimentos y medicinas. Purificando, limpiando, filtrando todos estos elementos, toda la vida.
El suelo misionero se caracteriza por ser muy pedregoso y un espesor de humus, que llega, en el mejor de los casos, a 10cm. Las raíces de las plantas del monte se encargan de triturar la piedra, transformándola en tierra fértil. Es un proceso que lleva tiempo y tiene muchos colaboradores en otras formas de vida, desde el pequeño fungo, hasta todo tipo de lombrices y más aun.
Las mismas raíces que impiden la erosión, que fijan la tierra, guardan el agua y cuando las secas, contribuyen a “regar” el suelo del monte, gracias al goteo de las hojas de los árboles.
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